"Cuenta una vieja leyenda que cuando el silencio lograba
imponerse un solo instante en toda la faz de la Tierra un poema se elevaba
desde el Corazón Cristalino de Gaia, impregnando la Vida de los más sutiles
sonidos, colores y formas… Esa leyenda me la contó mi abuelo, y para qué decir
que pasé la vida buscando ese silencio, esa fracción de segundo en que todo,
absolutamente todo se abismaba en el más profundo vacío sonoro.
Sin embargo era inevitable, siempre un pequeño ruido, una
brisa, el pestañear de una hoja crespa de sequedad a punto de caer. La música
de la Vida no cesaba jamás.
Pero sucedió. Fue en un día como hoy, en que la lluvia
copiosa de los últimos días de un invierno benévolo descargaba su milagro sobre
la húmeda tierra que más tarde brillaría de brotes nuevos…
No sé exactamente cómo sucedió. Mis recuerdos son algo vagos,
pero hay ciertas cosas que no se olvidan jamás, imágenes que quedan grabadas
como un lunar en la piel, imborrables, definidos, inalterables en el tiempo…
Todo aconteció de pronto, era el sentido profundo de todas las
cosas a la vez la que se mostraba diáfana en la curvatura de una gota de agua.
Una simple y llana gota de esa lluvia mágica que venía desde el cielo trayendo
la esperanza del renacer…
Estaba yo sentada bajo el alero de mi hogar. Maderos
destilaban su aroma de bosque, un perro ladraba a lo lejos su canto de luna
nueva. Un pájaro de pronto lanzó un graznido, y en un solo pequeño instante,
todos los sonidos existentes en la plenitud del ahora se fusionaron en una
perfecta sincronía. En ese orgasmo del sonido toda la música del universo se
agolpó en mi Corazón… ya no veía objetos, ni animales, ni árboles, veía
ondulantes vibraciones de colores, todo era música tejida por una mano divina…
Una a una, las piedras, las pequeñas ramas caídas en la tierra, la minúscula hormiga
que respiraba bajo la tierra negra, el aletear del ave más lejana de la montaña
más alta, mi respiración… todo, absolutamente todo formaba parte de una única y
Gran Melodía, un sólo sonido que se repetía invariablemente, abriendo el tiempo
y el espacio a una eternidad silenciosa que me dejó pasmada, plantada como una
vívida flor, suspendida en la consciencia, sin pensamientos, completamente
convertida en ese sonido que es todas las cosas a la vez…
Una gota de agua reflejaba el universo. En su redondez acuosa la vida se reflejaba como en un espejo. En esa cristalina y minúscula fuente
me sumergí como en el más grande de los océanos. Fui a dar a mi Corazón. Y
estando en él fue cuando un verso tras otro se precipitaron para nombrarme… cada
letra que componía mi nombre era el más prístino verso que jamás oyeran mis
oídos. Uno a uno se trenzaban en el poema más hermoso que jamás escuchó mi Ser.
Melodiosas vibraciones fueron destellando geometrías sonoras, ritmos ancestrales
y cósmicos se dibujaron en el infinito, espirales luminosos se abrieron al Misterio,
y entonces supe, sin más, que mi Nombre era el Poema, y que en el Corazón de Gaia,
todos los poemas se acunaban, todos los nombres divinos se abrazaban, todos los
Seres se regocijaban en la savia amorosa de la Madre…
…Somos Uno, Somos Uno…
parece que susurraba El Gran Poema… <3".
Raquel Bórquez B.